Economía y política en Venezuela

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Desde el inicio de la colonización española, Venezuela ha sido siempre un país de explotación de recursos minerales y grandes riquezas naturales y exótica belleza paisajistica, particularmente en la región del sur, en el macizo guayanés.

La participación de Venezuela como suplidor seguro de combustibles a las potencias aliadas durante la segunda guerra mundial, le valió una posición de fuerza que le permitió exigir mayor inversión en la industria petrolera nacional y obtener una capacidad de refinación propia. Las refinerías venezolanas fueron construidas, luego de finalizada la segunda guerra mundial, cuando las trasnacionales petroleras accedieron a la insistente solicitud del gobierno del presidente Isaías Medina (1941-1945) de refinar dentro del territorio venezolano. Venezuela, había aumentado en 50% su producción petrolera durante la segunda guerra mundial (Rivas, 1995), y más del 80% del crudo venezolano iba hacia refinerías en el Caribe, que luego re-exportaban los derivados hacia África, Asia y Europa para el abastecimiento de la maquinaria de guerra aliada. Entre Venezuela y Estados Unidos aportaron casi todo el petróleo que necesitaron los aliados en el frente occidental europeo. Sin embargo, proporcionalmente, el esfuerzo de Venezuela en este período de guerra no fue superado por ningún otro productor petrolero (Chapman, 1952). Con la disponibilidad de combustibles, Venezuela incrementó la cantidad de centrales termoeléctricas y la proporción de capacidad en pequeñas centrales hidroeléctricas disminuyó, desde un 47% hasta 5% del total nacional para 1958 (Massabié, 2008). Luego del impulso petrolero inicial al sector eléctrico venezolano (1947- 1958), el crecimiento se desaceleró, y países como Perú y Brasil presentaron crecimientos interanuales de su capacidad eléctrica superiores al de Venezuela durante las dos décadas iniciales de la Democracia Representativa (1960-1970 y 1970-1980), respectivamente. No es sino hasta la década de 1980- 1990 que Venezuela vuelve a ocupar el primer lugar en crecimiento interanual de la capacidad eléctrica en Latinoamérica, lo que puede entenderse como una consecuencia de la nacionalización petrolera de 1976, los altos precios petroleros asociados con la crisis de 1973 y el consecuente incremento en los ingresos fiscales (Rincón et al., 2016).

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El aumento en la capacidad instalada en generación eléctrica y el consumo eléctrico per capita, en Venezuela es un claro indicador de su pujante desarrollo como consecuencia de la explotación petrolera y los ingresos producto de la renta fiscal. Venezuela llego a tener el servicio eléctrico de mejor calidad en toda América Latina para el período 1970-1980

Entre 1982 y 1986, se produjo el hundimiento de los precios petroleros como consecuencia del llamado “Oil Glut” (Alhajji, 2004). La situación del mercado petrolero internacional impactó negativamente en las economías de los países productores, particularmente, los pertenecientes a la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP). El “Oil Glut” sirvió a los gobiernos DR como argumento para promover una liberalización del sector petrolero y una tercerización (“outsourcing”) por medio de la cual se transfirieron, del sector público al sector privado, importantes actividades de producción y se profundizó la autonomía fiscal de la industria petrolera estatal que, de esta manera, redujo su aporte a la hacienda pública (Rincón et al., 2016). Esta situación indujo una caída importante en los fondos para la inversión pública en infraestructura y desarrollo, lo que provocó una desaceleración en el incremento interanual de la capacidad instalada durante el período 1990-1998.

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Caida a fondo de los precios petroleros entre 1997 y 1999 y su recuperación hacía mediados y finales de 2001 e inicios de 2002, como conscuencia del fortalecimiento de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)

El petróleo llegó a caer en 80% respecto del precio equivalente que tuvo a inicios de la década de 1970 (BP, 2017a). El “Oil Glut”, 1982-1986, no sólo afectó la inversión en el sector, sino también indirectamente a la población, las industrias y el comercio, por lo que el consumo eléctrico mostró una clara desaceleración a finales de la década de 1980, que se acentúa al término de las década de 1990, acortando la distancia con Chile y Argentina. El desgaste en la inversión en la industria eléctrica de la última década estuvo estrechamente relacionado con el hundimiento de los precios, la reducción de los ingresos fiscales y la consecuente indisponibilidad para sostener el crecimiento de la industria para finales del período de Democracia Representativa. En estas condiciones económicas desfavorables, la agitación social derivada fue puerta de entrada para un cambio político y social que se concretó con el liderazgo de Hugo Chávez y la llegada de su revolución bolivariana que rige en el país hasta la actualidad.


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